La Sal
Autora: Adriana Riva
Libro autoconclusivo.
Resumen
El vínculo de Ema y su madre es complicado. Parece roto.
La muerte de su padre, un viaje familiar, recuerdos y la necesidad de respuestas, de entender, son lo que construye a este libro. La maternidad y ser hija. El arraigo y el desarraigo. "¿Quién es y quién soy?". A partir de memorias y presente, se entreteje el escenario del buceo de una madre que nunca dejó de ser hija.
Reseña
Creo que lo primero que me viene a la mente con el libro leído, a la hora de tener que hablar sobre él, es lo muy bien caracterizados que están los personajes. Y aunque pueda parecer un detalle más, la verdad es que el libro es esencialmente sobre eso: sus personajes, y los vínculos entre ellos; así que es de particular importancia que me haya parecido que estaban bien caracterizados.
Empieza fuerte, contando un accidente trágico y terrible, y ahondando en detalles que tal vez se pormenorizan cuando no se vivió nada similar. Por ejemplo, la sensación de soledad al tener que estar tanto tiempo enyesada en el hospital, o la sensación de asfixia.
Y lo que encuentro genial de eso es que son esas las emociones conductoras durante todo el libro, a lo largo del buceo entre la relación con la madre, las emociones de soledad, desplazamiento, son las primeras que pisan fuerte. Y luego aparece esta sensación, tal vez no caracterizada por sí misma, del rechazo por el contacto, la asfixia por el contacto, hasta qué punto ser madre es asfixiante, dónde está el límite, dónde hay que trazarlo.
Me gusta cómo se intercala recuerdo con presente, y cómo la autora encuentra breves formas de recorrer una sensación muy compleja. Creo que eso lo hace particularmente muy bien: se detiene en lo que tiene que detenerse, lo suficiente para que entiendas qué le atraviesa el cuerpo a la protagonista. Entre una marea de pensamientos, que a veces hasta parecen sobrar un poco (y que demuestran cómo, cuanto más nos adentramos en la persona, las palabras no son lo que leemos de ellas), va dibujando la sensibilidad de Ema. Eso es: dibuja la sensibilidad de los personajes (y de Ema en particular) muy bien. Y lo va haciendo con naturalidad y soltura, y aunque para ese propósito las palabras empiecen a sobrar, por un lado se entiende la verborragia y por el otro te mantiene entretenido también en algo más narrativo, en una historia más anecdótica.
Tengo un solo pero: hay dos situaciones en las que la protagonista pierde ese ritmo de baile entre pensamiento y sensibilidad y tiene como un arranque efusivo en el que caracteriza muy rápido lo que siente, y no lo vi realista. Tal vez porque como narradora seguía teniendo el mismo tono, no llegó a hacer un cambio que acompañara ese giro. No lo digo pensando en si la emoción correspondía o no, sino justamente que siento que aunque la emoción fuera entendible, el narrador no hacía la vuelta a tiempo como para que no quedara desfasado. Es como si estuvieras, con voz y emoción de narrador de fútbol, hablando de una larga pausa tomando un mate frente a un lago (bueno, los ritmos son al revés en este caso, pero se entiende).
Por el resto, realmente el libro está buenísimo. Me dejó conmovido, reflexionando, emocionado; tiene muchos matices. Y sobre todo, deja abiertas muchas puertas; no tiene un final particularmente cerrado, y durante la trama no termina de contestar todo. Hay preguntas que, como en la vida, nunca consiguen respuestas, o si lo hacen, dependen más de lo que uno responde que de lo que el resto nos dice. Por ejemplo, en un momento hay un diálogo que deja entrever un conflicto entre Elena (la madre de Ema en cuestión) y su familia, pero no se resuelve al cien por ciento. Porque a veces no tendremos la visión completa, u objetiva, porque no existe, y porque no se deja de ser hijo.
Me quedo con muchas reflexiones sobre la maternidad, los vínculos, el amor y la necesidad, y lo que proyectamos en otros también.
Mi puntuación:
9/10
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