viernes, 5 de junio de 2020

Platón y La Emperatriz de los Etéreos | Análisis

¡Holu! Hoy les traigo un análisis. Hacía mucho que no pasaba.
Hace unos días estaba leyendo unos textos de la facultad, y me encontré con que el libro "La Emperatriz de los Etéreos", de Laura Gallego, tiene muchas similitudes o acercamientos a teorías de Platón, sobre todo a su célebre “Alegoría de la caverna”. Intencionalmente o no, encontré un punto ahí muy interesante de analizar, y es lo que me propongo en esta entrada.
Empecemos con un poco de Platón.
Portada del libro
Lo que nos sirve entender de este antiguo filósofo para el análisis, es su concepción en “dos mundos” de la realidad. Él postulaba que existía, por un lado, el Mundo de las Ideas, en el que yacían las cosas en sí, el original de absolutamente todo, el concepto inmutable, único y perfecto de todo cuanto conocemos (desde “árbol” hasta “amor” y “justicia”). Y por el otro, el Mundo Sensible: el que habitamos, regido por los sentidos, imperfecto y en constante cambio, “corrupto”. Un pensamiento ordenador de toda su teoría filosófica es que, para él, lo racional debía gobernar sobre lo pasional: mente sobre cuerpo. Para alcanzar una vida plena no había que dejarse llevar por lo sensible o los deseos del cuerpo, el cuerpo en sí era una corrupción y en cierto punto nos mantenía atados a lo imperfecto.
Ya les suena a algo si leyeron el libro, ¿no es cierto?
Y es que, simplificándolo apenas, este es el argumento base de La Emperatiz de los Etéreos. Vamos a explicarlo un poco por si no saben bien de qué trata o no lo leyeron.
Nos cuenta la historia de Bipa y Aer, dos jóvenes muy distintos que habitan en un mundo en el que la nieve, el frío y un invierno que parece durar para siempre, han tomado posesión del exterior, entonces los humanos que quedan (o al menos los que sabemos que quedan) viven en una red de cuevas subterránea trabajando en armonía (y saliendo lo menos posible). Por un lado, Bipa es una persona súper pragmática y resolutiva, trabajadora, con poco “vuelo mental” (no en cuanto a inteligencia sino en cuanto a imaginación); y por el otro, Aer es un chico volado, creativo, disparatado incluso, que cree en un antiguo “cuento” o “mito” sobre una tal Emperatriz de los Etéreos. Un día, él decide irse en busca del Palacio de la Emperatriz, y Bipa terminará yendo en su búsqueda, enfrentándose a muchas dificultades y descubriendo en el fondo de qué se trataba todo esto de los Etéreos:
Una corriente de gente que sigue un camino supuestamente purificador y, ¿en qué consiste ese camino? En olvidar las necesidades del cuerpo y hacerlo finalmente desaparecer. Que la mente reine sobre todo, incluso mostrando su lado más cruel: haciendo oídos sordos al sufrimiento del cuerpo, a su hambre y cansancio.
Explicado esto, creo que se ve clara la similitud al planteamiento teórico de Platón, sólo que sería algo así como su lado distópico. Mientras que Platón pensaba que lo mejor era que la mente reinase absolutamente sobre el cuerpo, que las pasiones y sensibilidades eran engañosas y debían ser desoídas, Laura Gallego lo lleva al límite para mostrar las complicaciones de esta posibilidad. Muestra lo terrible que es cuando la gente se olvida de que tiene una corporalidad y simplemente la desprecia, la abandona, decide renunciar a querer y cuidar su cuerpo.
Pero démosle una pequeña vuelta de tuerca más.
Bipa representaría, técnicamente, el lado terrenal, corpóreo, aferrado a lo material y práctico, que está visto de cierta forma como tosco y poco refinado, alguien no desagradable pero tampoco con demasiada vida social, muy concentrado en “sobrevivir” y saciar esas necesidades materiales concretas. Aer, por su parte, representaría lo plenamente mental, la idealización (Platón era de hecho muy idealista), alguien con mucho éxito social, pero que tampoco mostraba especial interés en (por ejemplo) relaciones sexuales (como sí lo hacían las chicas que le coqueteaban), que pensaba planes a lo grande, disparatados según la lógica concreta de Bipa, con teorías por doquier, inquietudes e interrogantes mentales.
Pero…en realidad, no podemos encasillarlos cien por ciento como eso. Si nos fijamos bien, Bipa tenía presente la parte racional también, era alguien de una suma destreza mental para la practicidad, y no es que se dejaba llevar por “pasiones desenfrenadas”. Al contrario, era resguardada y meticulosa (gustaba de comer bien y de sus sentidos pero en general no se interponían en su practicidad). Y en cuanto a Aer, sí, era idealista, pero también muy pasional e...irracional, si se quiere. Se dejó llevar por un impulso de ir tras aquél supuesto Palacio sin premeditar o realmente pararse a pensar si era lo más prudente. Simplemente lo hizo porque pensaba que era el camino correcto, porque sentía o creía saber que su padre venía de allí, guiándose por su interés, pero también por sus afectos, aunque sin admitirlo.
Esta mezcla se complejiza más a lo largo del libro, ya que vamos viendo la evolución (principalmente de Bipa) no a alguien necesariamente más imaginativo pero sí que se abre a la idea de por ejemplo estar yendo a buscar a alguien con riesgo de morir porque simplemente, lo quiere, pero a quien su fuertísima racionalidad la salva en numerosas ocasiones. La palabra y la simpleza son las que la salvan de no caer en la trampa de este “camino purificador” muchas veces.
Y de Aer vemos como, al final, por muy hermoso que sea el idealismo, no siempre sale bien, y que hay que saber dónde estamos parados y por qué nos podemos parar (tenemos un cuerpo), no olvidarse de eso.
En resumen hasta acá, creo que la autora trata de demostrar que la clave es el equilibrio, que así como es importante la imaginación, soñar y ser creativo, es importante estar unido a la tierra, a los afectos (que también le daban motivos a Bipa para moverse, tanto para buscar al chico como para regresar a su hogar, al que extrañaba per se y también a su padre y conocidos), a lo material, pero no en un sentido acumulativo o capitalista, no querer tener más objetos porque sí, sino aferrarse a la Tierra. Algo que nos baje cuando nuestra cabeza nos haya llevado muy alto, una escalera y una red de seguridad para atajarnos.
Y por último, la alegoría de la caverna (texto de Platón para explicar más educativamente su visión del mundo) nos sitúa (imaginariamente) en una caverna. En ella hay varios prisioneros, atados de cara a una pared en la que se reflejan imágenes. Los prisioneros están atados de tal forma que sólo pueden ver esas imágenes, y oír ruido ambiental. Atrás de ellos hay un fuego, que es el que refleja esas visiones cuando algo pasa por allí, y luego la caverna sigue para arriba. Uno de los prisioneros consigue soltarse y caminar: primero ve el fuego y las criaturas que estaban siendo reflejadas en la pared, distintas obviamente a ese reflejo (como todo, su imagen se distorsionaba con el fuego). Sigue caminando, y empieza a haber cada vez más luz, primero penumbras y va en ascenso, hasta que finalmente sale de la caverna y queda cegado por la luz del Sol. Con el tiempo, se acostumbra a esa iluminación, y entonces puede ver la inmensidad del mundo. Aquello a lo que ha llegado a acceder, según Platón, es ese mundo de las Ideas, representando al Bien con el Sol. Este prisionero decide bajar y contarle a los que aún están atados la verdad, que era el trabajo de los pensadores, los filósofos, los que por un largo proceso de educación podían acceder a aquél mundo idealista: volver a contar las verdades que habían aprendido. La alegoría sigue, explicando la reticencia a creer estas cosas por parte del resto de los prisioneros.
Poniendo en palabras las similitudes más obvias: los humanos en “La Emperatriz de los Etéreos” vivían literalmente en una caverna subterránea, por el frío, el Sol ya no brillaba tanto, cubierto de nubes y en un eterno invierno. Aer se va en busca de un camino que le dará respuestas y lo hará mejor, perfecto, y vuelve para darle una prueba a Bipa antes de volver a irse. Los que empiezan este camino no pueden ver lo dañino que les está resultando.
¿Se nota que hay una pequeña inversión? Quienes no pueden ver del todo son los que “salen” de la caverna. Aún así, se marca que tampoco Bipa podía “ver” del todo: se negaba a sentir, a dejarse llevar por algo “ilógico”, a aceptar que sentía algo por Aer.
En fin, en mi opinión, además de todo lo que se puede hablar sobre trastornos alimenticios (aunque creo que no es mi lugar), este libro plantea una revisión interesante sobre la Alegoría de la Caverna y las ideas planteadas por Platón, exponiendo que nunca un extremo de dominancia es bueno, ni de la mente sobre el cuerpo, ni del cuerpo sobre la mente.

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