martes, 4 de junio de 2019

ficción, ¿mentira? | una reflexión sobre los parámetros de la verdad, la mentira y cómo aparece la ficción en todo esto


Empecemos por definir qué quiero responder con este texto. La interrogante inicial que me mueve es: ¿es la ficción un conjunto de mentiras?, de la cual se desprenden otras como las siguientes: ¿se puede mentir en la ficción? ¿para qué la utilizo si pretendo mentir?

En principio, sostengo que la ficción no puede catalogarse directamente como una mentira, por el simple hecho de que no se está mintiendo si se ficciona. Al entrar a una narración, sea de fantasía, maravillosa, realista o cualquier otra categoría, se establece lo que se conoce como pacto ficcional. En ese pacto se acuerda que quien lee va a aceptar las reglas del mundo en el que se está sumergiendo. Aún aunque se construya uno minuciosamente similar al que habitamos cotidianamente, nunca debe perderse de vista que no estamos hablando del mismo.
Por ejemplo, si yo narrase un asesinato en el barrio porteño de Caballito, y este no fuera comprobable en los archivos policiales de la Ciudad, igualmente no estaría mintiendo: simplemente estoy afirmando sucesos que, si bien parecen estar situados en la misma realidad espacio-temporal, no lo están. Sí, hubo un asesinato en Caballito, pero no en esta vida, sino en la de todos los personajes que estén presentes en el cuento o relato.
Con la fantasía pasa algo similar. Un cuento fantástico “quiebra” un poco el pacto que hizo con el lector para darle una sacudida. Establece un mundo que parece idéntico al nuestro, pero luego agrega factores desconcertantes (y hace que los personajes se desconcierten también, avisando entonces que no sólo es descolocante para quien lee sino para quien lo vive). Pero no es porque en nuestro mundo pueda pasar eso, sino porque el autor imaginó uno en el que nadie esperaba que pasase y, sin embargo, ocurre. Juega con lo del “elemento sorpresa” para agregarle realismo al relato. Como si dijera: “sí, ¿ves? Estos edificios existen realmente, estoy en la biblioteca a la que vas todos los días, pero ¡ups!, no te olvides de que esto es un relato y puedo hacer lo que yo quiera, así que voy a hacer aparecer un conejo parlante o un espíritu que mueva los libros a su antojo”. Normalmente, las escenas en las que parece quebrarse ese realismo no dejan de ser amiguas, por lo que quien lee puede sencillamente descartar la parte mágica y atribuirlo a cansancio o a una confusión. “Llevaba horas en la biblioteca leyendo, empezaba a quedarse dormido…”, puede perfectamente haberlo soñado sin enterarse, como si el narrador también se hubiera confundido y no supiera exactamente qué está ocurriendo así que no puede dejar en claro si es realista o no.
Ahora bien, más allá de que el pacto con la ficcionalidad establece que estamos adentrándonos en otro mundo y que no podemos acusar de mentir si el hecho no es comprobable en el nuestro, hay otro tema en juego: el sistema de valores. Es decir, de por sí, para que quede más claro, podríamos ingresar de buena gana en un mundo en el que sea verdad que los peces vuelen por toda la Ciudad de Buenos Aires. ¿Está mintiendo? No. Está diciéndote: “en esta Ciudad de Buenos Aires, los peces vuelan”.

Por otro lado, Saer dice lo siguiente: “¿Para qué novelar algo de lo que ya se sabe todo antes de tomar la pluma? Nada obliga, si se conoce ya la verdad, y si se ha tomado su partido, a pasar por la ficción”, y pone el ejemplo de un escritor sobre la realidad en campos de concentración que en vez de utilizar simplemente testimonios decide pasar por la ficción. Lo que se destila de esta frase es: ¿para qué usar la ficción?
Me lo pregunto: ¿usamos la ficción para permitirnos navegar en hechos y buscar respuestas sin atarnos a lo establecido por nuestra realidad actual? Evidentemente este es un uso recurrente (yo mismo he escrito novelas o cuentos sobre situaciones para permitirme visualizarlas con otras perspectivas), pero, ¿es excluyente?
A mi parecer, no. Remitir la ficción a ese uso es desconocer otras mil maneras de utilizarla, muy ricas también. Y la que primero me viene a la cabeza (sobre todo por el ejemplo que decide tomar Saer) es el político. No podemos permitirnos olvidar que la ficción y la narrativa pueden usarse para describir mensajes que se entienden mejor gracias a esta.
Cuando leemos una entrevista o testimonio, estamos leyendo como sujetos ajenos a esa situación a una primera persona (o a dos primeras personas en el caso de las entrevistas) debatir y hablar o exponer sobre una temática. Estamos teniendo un rol pasivo, el de espectador, que puede interpelarnos muchísimo pero aun así no nos permite todo lo que nos permite una narración. Incluso cuando están hechas en tercera persona, estamos sumergiéndonos (por todo lo que expliqué antes) en un mundo nuevo con sus normativas particulares y nos es imposible escapar de ellas, no podemos leer el relato sin sumergirnos en el pacto ficcional, en cambio para leer una entrevista o testimonio sí que podemos: la leemos desde nuestra propia moralidad y nuestro propio sistema de valores (que sin dudas e inevitablemente se ve modificado/influenciado por el hegemónico). Cuando se nos presenta en primera persona un relato denunciando una serie de actitudes dentro de, por ejemplo, un campo de concentración (cuyo hilo narrativo capaz no sucedió en la realidad, pero de nuevo, en ese mundo eso sí sucedió así que no es que sea mentira), nos sumergimos en la piel de ese personaje y encontramos que, finalmente, lo relevante no es que sea una historia puntualmente así, sino que es el resumen de muchas y lo que está poniendo en evidencia es la burtalidad y la ferocidad con la que se manejaban aquellos centros clandestinos de detención. Es decir, puede concebirse a la narrativa (y a la ficción) como una suerte de envoltorio: la historia no es lo relevante sino que es un resumen, es algo que sucedía en términos conceptuales o genéricos.

Entonces, a modo de conclusión: no. La ficción no es por sí sola sinónimo de mentira, aunque se puede mentir dentro de la ficción (sería complicado, pero es válido e interesante), puede que los personajes mientan o incluso podría haber un narrador mentiroso aunque eso rompería la suerte de pacto implícito que suele haber de que la voz narrativa no va a mentir, pero el sistema que en nuestro mundo aplicamos para hablar de mentira y verdad no puede trasladarse sin modificaciones al de la ficción.

Y ustedes, ¿qué piensan sobre esto?

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